A lo largo de 30 días de trabajo intensivo de campo, cuatro profesores de Arqueología, una geóloga y más de 50 estudiantes de todos los semestres, recorrieron kilómetros para buscar indicios sobre nuestros antepasados.

En la primera fase del proyecto se realizó una exploración del área para poder comprender qué tipos de evidencias arqueológicas existen y su distribución espacial. Así mismo, se destaca la participación de la comunidad, ya que su amplío conocimientp permitió conocer y plantear la situación actual. Son ellos, propietarios, agricultores, mujeres, hombres, abuelos, niños, los poseedores y guardianes del conocimiento del pasado material de Guatavita. Y es gracias a ellos que estos objetos arqueológicos pueden ser protegidos y conservados para futuras generaciones.

Por esta razón, la labor del arqueólogo también es la de conectar el pasado con el presente y garantizar, a través de la sensibilización sobre la importancia del patrimonio arqueológico, que las autoridades locales, los gestores, alcaldes y concejales tengan la posibilidad de integrar en sus políticas públicas la protección del patrimonio arqueológico.

La investigación arqueológica apoyada por el Instituto Colombiano de Antropología e Historia (ICANH) por medio de uno de los estímulos de investigación, ha sido una gran oportunidad para comprender la historia de este territorio considerado como un centro sagrado regional de peregrinación en la época prehispánica.

Además, por su gran variedad arqueológica, esta zona se ha convertido en el centro de la primera Escuela de Campo en Arqueología donde estudiantes de la Universidad Externado podrán formarse en técnicas y métodos de investigación, además de la posibilidad de ampliar el conocimiento del área a través de propuestas de tesis de pregrado en Arqueología, Historia y Conservación.

Una Escuela de Campo Arqueológica es el equivalente a la clínica para un estudiante de Medicina o el consultorio jurídico para uno de Derecho.

La posibilidad de desarrollar esta investigación ha permitido fortalecer el modelo que se anhela del arqueólogo del siglo XXI: integral, capaz de excavar capas y estratos de tierra con el fin de comprender los proceso sociales y, a su vez, un arqueólogo competente y analítico comprometido éticamente con la sociedad, para participar en la toma de decisiones en el seno de la entidades rectoras, garantizando el estudio y protección del patrimonio arqueológico de nuestro país.