Esta enfermedad neurológica deteriora las células de cerebelo, generando alteraciones en la fuerza, velocidad y destreza de los movimientos. Hasta el momento se desconocen las causas, sin embargo, se relaciona con factores hereditarios transmitidos genéticamente.

“Empecé a sentir que perdía el equilibrio, no lograba coordinar y se me enredaba la lengua al pronunciar”, comenta María.

Tras varios meses de luchar con los síntomas, la estudiante ingresó en el Proceso Interdisciplinario de Rehabilitación (PIR®). “Lo más difícil fue aplazar mi carrera y, por cuatro meses, no hacer nada además de la rehabilitación”, asegura la joven.

El tratamiento no fue nada fácil de llevar, no obstante, María luchó para dar lo mejor de ella y poder recuperarse en el menor tiempo posible. “Durante las terapias, fue duro caminar y estabilizar mis piernas: me temblaban y no podía coordinar, estabilizarme, ni seguir las indicaciones; pero sabía que estaba en muy buenas manos y que me iban a apoyar para salir adelante. Mi mayor aprendizaje fue que muchas veces uno tiene que caer para aprender, y que siempre se puede salir adelante a pesar de las dificultades”, narra la estudiante.

Leonardo Bello, padre de la universitaria aseguró: “Tras cuatro meses dentro del PIR®, el avance ha sido evidente, no solo físicamente, sino también psicológica y mentalmente. El proceso la ha ayudado mucho”.

“Cuando regrese a mi carrera y pueda trabajar, podré enseñarles a mis estudiantes a no rendirse y afrontar las dificultades, sin importar lo difícil que parezca”.

Con estas palabras María Alejandra espera regresar a las aulas y retomar su rol profesional, personal y familiar. Tiene claro que esta experiencia le podrá brindar las herramientas necesarias para poder inculcar en sus pequeños estudiantes valores para afrontar las dificultades y llevar una vida normal.