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Tres miradas y un sueño alado en común

Publicado, 21-05-2020

Cuando Bucaramanga como buen pueblo tenía sus propios y orgullosos ¨bobos¨, uno de ellos era conocido como ¨el bobo de los pájaros¨, pues su marca de identificación era estar siempre mirando hacia los cielos, buscando quizá las respuestas que su mente le negaba. Hoy esos ¨bobos¨ se han extendido por todo el mundo y ya sea con sus binoculares, monoculares, lentes de largo alcance e incluso con sistemas de alta fidelidad para registro de sonidos, tienen sus sentidos puestos en una sola misión, el avistamiento y registro de aves.

Tres miradas y un sueño alado en común

Colombia es hoy epicentro mundial de ¨bobos pajareros¨ y la razón es simple, somos el primer país con mayor biodiversidad de aves del planeta, con cerca de 1940 especies que corresponden a una quinta parte del total de las 10.654 censadas alrededor del globo.

Este privilegio lo corroboró el último Global Bird Day, donde a pesar de que la modalidad de conteo se hizo desde ventanas, balcones, jardines o áreas perimetrales a la vivienda de los pajareros, Colombia volvió a ocupar el primer lugar, con cerca de 1420 especies reportadas en la plataforma e-Bird.

La magia del avistamiento

Avistar o fotografiar aves es una misión que va más allá de una dinámica científica, pues más que una labor enmarcada dentro del contexto serísimo de una metodología aplicada para definir aspectos puntuales de interés biológico, es una pasión que reviste el anhelo por encontrar una determinada especie, observar un comportamiento, disfrutar del inmenso placer de ver la maravilla cromática de su plumaje, extasiarse con la multiplicidad de trinos y voces únicas, descubrirlas perchadas u ocultas entre el follaje, categorizarlas de acuerdo a sus patrones tipológicos y en fin, decenas de posibilidades para disfrutar lo que en lenguaje compartido entre los seguidores de esta actividad, se denomina simplemente, pajarear.

Pajarear si se quiere es competir con uno mismo en procura de contar especies, de avistar determinada ave propia de una región (endémica) y sumarla a una lista que a nivel mundial es aceptada dentro de una plataforma conjunta llamada e-Bird. Es un hobby similar a la pasión que periódicamente despierta el llenar un álbum de monas como el del mundial de futbol que capitaliza la firma Panini. Es una obsesión que no tiene tiempos, ni límites geográficos, que exige de paciencia, de mucha capacidad de observación, de no rendirse ante los fracasos de un viaje perdido, de anhelar con verdadera pasión la próxima salida, de saber que indistintamente de que las condiciones climáticas favorezcan o estén en contra, siempre habrá algo que ver, porque como se dice en el lenguaje de esta práctica, toda ave cuenta.

Las historias casi comunes que hoy ponemos en el cáliz esencial de la actividad pajarera, giran todas en torno a un ave que genera mil sensaciones, desde la opinión de contraste que no se explica el porqué del gusto por un ¨pajarraco tan feo¨, hasta el despertar del mismísimo miedo y la sumatoria de contextos que le agrega la imaginativa popular en torno a historias, cuentos y fantásticas argumentaciones sobre su presencia.

Hablamos de tres ¨bobos de los pájaros¨, con el debido respeto por el abuso del eufemismo en ellos y de un ave común a sus anhelos de descubrirla, de encontrarla, registrarla, definirla en términos científicos e incluso, casi elevarla a la categoría fabulística de la ensoñación. Hablamos de la búsqueda en tres épocas distintas, tres experiencias distintas, tres miradas no comunes en torno al científicamente nominado Nyctibius griseus, al que en el ámbito popular recibe nombres como ¨bienparado¨, ¨pájaro estaca¨, ¨pájaro de la muerte¨, ¨perico ligero¨, entre otros.

La historia de Annabelle

Bióloga, naturalista, ornitóloga y sobre todo, amante comprometida con la vida alrededor de la pasión que despertaba en su alma la tarea emprendida de poder entregar, primero a República Dominicana y luego a Puerto Rico, sus países de adopción, las más completas guías de aves existentes en sus territorios; una tarea emprendida en Sierra de Bahoruco (República Dominicana), lugar donde al cabo del tiempo, dormirían para siempre sus cenizas tras su muerte en 1997.

Una tarea por supuesto que cumplió a cabalidad, pues de hecho, sus libros donde cataloga las aves de estos dos países, es casi una guía extendida de las aves de toda Centro América. Su nombre es respetado, reconocido y admirado por los pajarólogos del mundo entero.

Pero la historia no gira en torno al aporte científico de Annabelle en sus saberes como ornitóloga; gira en torno a la tarea emprendida en procura de encontrar el Pájaro Bruja como le llamaban los campesinos de ese país y que para ellos representaba la escenificación propia del terror. En sus memorias contaba que encontrarla se le convirtió en obsesión; preguntaba por ella, seguía las voces de quienes aseguraban haberla visto, acompañaba a su marido en sus maratónicas jornadas como botánico e investigador sobre las orquídeas existentes en estos países y a donde llegaba, no dejaba de preguntar por ella.

Un día llega hasta su campamento un campesino llamado Sandino Pérez, anunciando que él conocía el ave que la doña estaba buscando, su narración es llamativa y por ello la reproduzco tal cual: ¨estaba tumbando monte y en esas que tumbo un árbol grande, la veo e intento agarrarla, parecía de buen tamaño y eso significaba buena carne para buen locrio (carne con arroz), pero coge vuelo y se templa en una rama alta. Ahí es donde logro verla bien, tenía un pico corto y una jeta ancha y fea, era de color gris oscuro y tenía los ojos medio cerrados. Yo me dije…Ay Virgen de la Altagracia, que bicho tan feo, voy a matarlo en todo caso y sabe usted, le tiré cinco piedras y no le pude dar con ninguna y mire que yo tengo lo que se dice una puntería asesina. Fue ahí que dije, ay pajarito, tu tienes la protección de Dios y la Virgen, quédate en paz¨.

No fue sino casi un año después, en 1973, cuando tras varios días de largas travesías, en el sitio llamado Cerro del Curro, unos campesinos le dieron la buena nueva, de que había un ave que cantaba de noche y a la que todos le huían pues su canto daba miedo. La encontraron siguiendo su gutural canto y aunque no pudieron avistarla, Annabelle logró grabar su vocalización y corroboró que se trataba de la especie buscada.

Una noche de luna llena brillante, cerca de un campamento en la región de Palma Dulce, casi sobre las dos de la mañana, un campesino llegó agitado hasta su carpa, escuche Doña, ¡Está cantando la bruja! La experta puso a funcionar la grabación anterior y como respondiendo al llamado que se le hacía, el Nyctibius se dejó ver con tranquilidad. Tres horas de observación, viéndolo volar, cazar insectos con su boca grande abierta al máximo y luego percharse. Ver sus ojos amarillos que funcionaban como faros y de nuevo a la caza. La tarea estaba hecha, el animalito estaba descrito y hasta nominado por la experta, como Nyctibius Jamaicensis.

Julián y su Luna

Esta es la historia de Julián Londoño, un manizalita, economista de profesión y pajarólogo de vida, pasión y muerte, pues en su trajín alrededor de ese universo entrañable de amor por las aves, una noche trágica su vehículo le jugó una mala pasada y lo llevó al final, dejando un legado de imágenes que hoy acompañan decenas de libros y guías sobre aves del eje cafetero.

El amor por la naturaleza y las aves dice su hermano José Fernando, propietario de la finca Tinamú, una de las mejor diseñadas para el goce del pajareo en Colombia, se los inculcó su padre desde muy niños, cuando en su finca cafetera les daba lecciones de respeto por los animales que la habitaban, al punto que no permitía cortar un solo árbol hasta tanto no se analizara si este le brindaba una salvaguarda especial a alguna especie.

Julián se hizo pajarero de alma, vida y sombrero; trajinó con el universo de las aves, lideró acciones de protección de bosques y zonas verdes en los alrededores de Manizales e incluso, encabezó una de las acciones judiciales más contundentes contra una empresa productora de licores de su departamento, por la pretensión de promover la compra de roble blanco, una especie de árbol en riesgo de extinción y que lo buscaban para la construcción de barriles para fermentar licor.

En ese haber diario con las aves una tarde se produce el encuentro con el que sería su Santo Crial entre las aves. Sí, se trataba de la misma ave que había seducido a Annabelle, el mismísimo Nyctibius. Sobre ese encuentro, en sus redes sociales, Julián decía: ¨la primera vez que la vi y la escuché, me corrieron montones de cosquilleos por los brazos, no de asombro o miedo, no, era como si ya conociera ese canto, o más bien lo reconociera, memoria colectiva olvidada, era el mismísimo canto de nuestros antepasados indígenas a la luna¨.

A partir de ese momento todo fue enamoramiento, relación hombre - pájaro. Le hablaba, le brindaba confianza, poco a poco se acercaba a él, intentaba establecer un vínculo y lo logró. Luna como bautizara a su ¨amiga¨, estableció tal vínculo con él, que un día lo sorprende al establecer como su lugar de habitación diaria, un viejo árbol ubicado exactamente frente a la ventana de la casa de Julián. Vendrían miles de fotos, día a día, en tiempos de sueño y en vigilia de caza. El premio no demoraría en llegar, cuando un día Luna anuncia que está empollando su primera puesta.

El fotógrafo manizalita hizo de Luna una celebridad entre los pajareros de Colombia. No había día que no compartiera en sus redes una foto de su amiga, hasta el nacimiento y presentación en sociedad de Dragón, como quiso nombrar a la cría, como un reconocimiento al misticismo y al encanto fantasioso, mágico, casi mitológico de esta especie.

Avistar un sueño

Martha Patricia Cabrales, profesora UDES, es fisioterapeuta de profesión, profesora universitaria de vida y vocación y ahora pajarera de pasión. Una ruta que emprendió primero indagando sobre la fotografía, explorando variaciones que le permitía el uso de un lente u otro. Le producía un especial interés usar ópticas que no fueran comunes y por eso se hizo primero a un ¨ojo de pez¨ y luego a un dificilísimo catadióptrico de 500mm. Hizo fotografía urbana, arquitectura, algo de documentalismo, hasta que un día se encontró en las redes sociales con la historia de Julián y su Luna.

No había nada que hacer, la seducción había capturado una nueva presa. Quería ver y registrar esa extraña ave que así no fuera una llamativa Tangara, tenía un encanto que era difícil de explicar. Al igual que Annabelle, empezó primero a recorrer diferentes lugares de Santander donde por condiciones de altura y clima, habría posibilidad de encontrarla. Preguntaba a los campesinos, ponía avisos en sus redes sociales, dialogaba con otros pajareros sobre la opción de encontrarla y por ese camino, supo de la alta probabilidad de encontrarla precisamente en la hacienda Tinamú, en cercanías a Manizales, la misma finca del hermano de Julián.

Es difícil de describir con palabras el momento en que nuestra cazadora avistó por primera vez el ave por la que había viajado cientos de kilómetros. Una mezcla de sensaciones que iban desde el llanto incontrolable, hasta una sonrisa dibujada en su rostro que pareciera inmune a cualquier sensación que se intentara borrarla. Era alegría en su máximo estado de proyección.

Recientemente volvió a tenerlo en mejor ubicación frente a su cámara por los lados de Laguna de Sonso en el Valle del Cauca. Repitió su avistamiento y registro fotográfico en la arboleda circundante al río Cali. ¨El sueño está cumplido en una parte, me faltan detalles y momentos de la vida de esta criatura extrañamente hermosa. Quiero ver sus ojos brillantes en la oscuridad. Anhelo escuchar su canto y ver que tanto de verdad hay sobre el misterio de su canto. Es un reto personal difícil de describir, una experiencia personal, íntima, un sueño de ver muchas ¨Lunas¨ y saberlas amadas, admiradas, protegidas¨, asegura la profesora.

Con certeza historias como estas se contarán y encontrarán por miles en el universo de la pajarería, pues son muchas las aves que convocan y como imán, atraen miradas, invitan a viajar y generan esas sensaciones que son el motor de esta actividad que transforma vidas y mueve sentimientos.

Crónica escrita por el periodista Mauricio Olaya Herrera.